Señores de la luz II: del chamanismo al Fosfenismo
Hoy en día estamos acostumbrados a relacionar la Tierra con nuestra madre, de hecho así se le llama la madre tierra pero no siempre fue así, mucho antes era vista como una potencia creadora sin sexo o compartiendo la polaridad de los dos, para luego pasar a identificarse como madre, claramente podemos apreciar el inicio de esta relación en la tradición de posar en la tierra al recién nacido o al moribundo para que ella decida sus caminos. En China en época de los Tcheu (1028-256 a. C época cumbre de la china tradicional) las simientes se relacionaban con la reina y no con el rey, existiendo un sin fin de dioses del suelo cuyos altares estaban a cielo abierto y se asociaban siempre a un árbol que no era más que un recuerdo atávico de la anterior relación cósmica con la tierra, según la tradición chamánica, pues el árbol se yergue hacia el cielo y es la representación redundante del ansia del hombre por acercarse a la luz del cosmos, es después, cuando la tierra pasa a ser una madre cuando se empiezan a organizar los cultos agrarios relacionados con las estaciones.
En la China arcaica podemos encontrar elementos tibetanos, mongoles, tunguses, etc. que dejan claras huellas en las iniciaciones y religión chinas que son posibles rastrear hasta los taoístas, es decir, el chamanismo marca la cultura china desde su origen, por ejemplo en el 1100 a.C. los T’chu absorbieron la cultura de los Chang de origen mongol cuya religión tenía su centro en el chamanismo, que tradicionalmente utiliza el simbolismo del árbol como escalera para alcanzar el cielo. Cuando los Han unifican China tras asimilar a los T’chu, toda China se impregna de la tradiciones chamánicas y de sus iniciaciones. El taoísta es el heredero de los secretos del fuego, de los secretos de la luz, de los secretos chamánicos. Cuando en las fiestas colectivas agrarias chinas dos grupos de oficiantes cantaban uno frente al otro, el yang llama, el yin responde se revive una vez más el renacer de la vida en los ritmos de las cosechas pero sobre todo la comunicación entre el cielo y la tierra, el Tao dio origen a UNO. Uno dio origen a DOS. Dos dio origen a TRES. Tres dio origen a los diez mil seres. Los diez mil seres llevan el ying sobre sus espaldas y abrazan el yang (Lao Tzu. Tao-te-king). Es decir, la unidad indiferenciada, origina la dualidad cielo tierra, Dos, que da origen a todo lo que conocemos, así el simbolismo del árbol toma todo su sentido pues se esfuerza desde la tierra en abrazar el cielo, homología fundamental en el entorno chamánico del árbol dirigiéndose hacia la luz, y en el cielo la luz la proporciona el sol, otra vez toma sentido la observación fija del sol como paso previo a los ritmos agrarios. El taoísmo posee una estructura y un origen chamánico, es decir, la estructura y el origen de los dominadores del fuego. Es preciso recordar que la semilla debe morir para nacer en una nueva vida más rica y maravillosa, en definitiva el proceso chamánico de muerte y resurrección.
La búsqueda de la inmortalidad de la religión taoísta pasa por generar yang-hsing fuerza vital, para ello tras liberarse de los demonios internos que merman su energía almacenada en los campos de cinabrio, (sulfuro de mercurio básico en las preparaciones taoístas del elixir de la vida) se utilizan varias técnicas para alimentarse de la energía del sol, de las estrellas y de la luna, es decir, elementos claves en las observaciones fosfénicas, inhalando sus emanaciones y realizando un ejercicio de retención del aire en presencia de un pensamiento, el alimento, fertilizando los campos de cinabrio; ejercicios que dan lugar al neumofeno, eco sutil de la respiración, hablaremos de los fenos mas adelante, pero es obvio que si hay que absorber la energía del sol, aunque fuera de un modo indirecto, se tiene que observar el sol, la luz polarizada de la luna es evidente que no ofrece mejor modo de ser absorbida que mediante una observación fija de la misma, es decir, otra vez fosfenos, la energía sutil creada tras la observación fija de una fuente de luz que se relaciona con nuestra mente, nuestra emoción y nuestro espíritu, en presencia de la cual si colocamos un pensamiento lo amplificamos, lo dinamizamos, lo densificamos, así pues, ¿qué mejor que mirar la luz si debo generar yang-hsing fuerza vital, y pensar en fecundar con aliento espiritual mis campos de energía?
Esa búsqueda de la inmoralidad taoísta está ligada a los procesos de preparación del oro alquímico. La Alquimia que es el paso natural desde la mística de la metalúrgica a la sublimación de la conciencia, de la fragua al horno alquímico, de la sacralidad celeste de los meteoritos «piedras de luz», a la «piedra filosofal», del herrero de los misterios metalúrgicos al sabio de la transmutación, en cualquier caso es el siguiente eslabón de la utilización consciente del fuego creador de la luz primigenia convertida en luz interior.
La metalurgia nace alrededor del concepto de que la tierra engendra a los minerales en su vientre, del mismo modo que un feto crece en las entrañas de su madre, razón por la cual las minas de galena de España se dejaban «reposar» tras un periodo de intensa explotación para así «renacer» Plinio (Nat. Hist., XXXIV, 49) o por la que Barba, autor español citado por P. Sébillot en Les travaux publics et les mines, argumentaba, los que creen que los metales han sido creados desde el principio del tiempo se engañan groseramente: los metales «crecen» en las minas.
El nombre sánscrito para la palabra esmeralda es azmagarbhaja, es decir, nacida de la roca, así en los tratados mineralógicos indios, el diamante y el cristal difieren básicamente por la edad, el primero es pakka, maduro y el segundo kaccha, verde, inmaduro. En Europa hasta el siglo XVII se pensaba igual: El rubí, en particular, nace, poco a poco, en la mina… Como el niño se alimenta de sangre en el vientre de su madre, así el rubí se forma y se alimenta, también citado por P. Sébillot en Les travaux publics et les mines o incluso más claramente si cabe en Récepte véritable par laquelle tous les hommes de la France pourraient appendre à multiplier et augmenter leurs trésors de Bernard Palissy (La Rochelle, 1563): Así del mismo modo que el exterior de la tierra trabaja para engendrar algo, paralelamente su interior y matriz trabajan también para producir.
La clave metalúrgica y después madurativamente, alquímica, es que el hombre se ve capaz de intervenir, mediante el fuego, es decir la luz, sobre los procesos madurativos de la tierra, acelerando sublimando y transformando la creación misma de la naturaleza mediante un proceso catalizador absolutamente mágico, el fuego transmutador.
En el caso del alquimista la obra consiste en su maduración interior. Incluso en la Edad Media la línea divisoria entre ambas continua muy tenue pues los minerales se consideran engendrados por la unión de los dos principios alquímicos básicos, el mercurio y el azufre, y su desarrollo se produce según la orientación de los filones esté favorecida por la luna en el caso de la plata y por el sol en el caso del oro, así como el cobre es regido por Venus, el hierro por marte y el plomo por Saturno, pero subyace siempre el origen arcaico de la alquimia aunque se manifieste la elaboración puramente erudita de las tradiciones babilónicas en las que cabe encontrar el origen cosmológico y astrológico de la alquimia. Es importante reseñar que se considera que caso de que la naturaleza no tuviera contratiempos todos los minerales acabarían convertidos en oro pero así como la imperfección se manifiesta aleatoriamente en todas las facetas de la vida la naturaleza se encuentra con obstáculos que le impiden lograr su fin último, el oro.
El oro representa el fin último la pureza máxima, es decir, la culminación la gestación de la madre tierra y el nacimiento a una conciencia total y se llega a él mediante un agente purificador y generador de neguentropía: la luz, el fuego. Evidentemente la inmortalidad acompaña la obra alquímica como elemento recurrente pero aparece siempre como una consecuencia lógica de la llegada a la meta final, la máxima pureza, la iluminación última.
En la India los yoguis-alquimistas mediante la respiración, prânâyâmâ y los remedios vegetales y minerales lograban prolongar su vida indefinidamente y transmutar los metales en oro, según los primeros relatos de los viajeros árabes.
Así en China el taoísmo, tan presente hoy en día, se remonta a «cofradías de herreros» custodios de los secretos mejor guardados de las más altas artes mágicas, las que giran alrededor del fuego, es decir, de los fosfenos y es en los círculos taoístas donde se propagan las técnicas alquímicas. El taoísta en China, no es más que depositario de la más antigua sabiduría del fuego, eso si, refinado, letrado, su herencia no es oral es escrita. La alquimia china es en definitiva la heredera de los mitos y secretos de oficio de los herreros, los señores del fuego atemporales.
Otro de los gigantes históricos, Roma, observó paralelamente al culto público, un culto privado que tenía al fuego doméstico como eje central pero a diferencia del culto del Estado, las ofrendas diarias ofrecidas alrededor del fuego a las personificaciones de los antepasados representadas por los lares y los penates, se mantuvieron sin modificaciones durante los doce siglos de la historia romana. Doce siglos en los que el pater familias dirigía las ofrendas alrededor del fuego es obvio que si ofrendamos al fuego miramos el fuego es claro pues que se crean fosfenos de forma espontánea que ayudan a densificar el pensamiento a dinamizarlo y a interiorizar el trabajo metal, emocional o sutil que se realice en su presencia, doce siglos pues con los fosfenos en el eje de la actividad familiar hasta el fin del paganismo, con el desesperado intento por parte del último emperador romano pagano de la historia, Juliano, de frenar el culto cristiano.
Paganus, habitante del campo, termino empleado por los cristianos para los que todavía adoraban a los dioses y rechazaban al dios único. Habitantes del campo proclives a estructurar su vida alrededor de los ciclos de la naturaleza, con las constantes recreaciones rituales del mundo regidas por las cosechas y los ciclos de la vida que a su vez dependen del sol alrededor del cual gira todo el universo de los ritos paganos. En cualquier caso es una herencia difícil de esconder la del paganismo, y a lo largo de la historia ha requerido mucho esfuerzo por parte del cristianismo su asimilación o en el peor de los casos su persecución, por ejemplo, cazando brujas… El rito de las colinde, sirve para ilustrar la fuerza de los que adoraban a los dioses, consistente en cantar colindas casa por casa, y hacer alboroto el 24 de diciembre para ahuyentar a los malos espíritus, llevando consigo la representación de la riqueza y la salud (frutos y ramas verdes de abeto) y recibiendo en cada casa como agradecimiento, agasajos en forma de pasteles y bebidas. Es claro que el ritual hunde sus raíces en las antiquísimas celebraciones del solsticio, pues todos los ritos paganos tienen al sol como sujeto. En el 692 el Concilio de Constantinopla las prohibió, es obvio que sin mucho éxito pues son celebraciones muy extendidas incluso en nuestros días.
Flavio Claudio Juliano (331-363) fue emperador de los romanos desde el 361 al 363, también llamado Juliano el Apóstata, así conocido por su renuncia al cristianismo. En el año 337 su vida se vio marcada por la masacre por parte de su tío Constantino de toda su familia a la que sólo sobrevivieron él y su hermano Galo. Exiliado primero en Capadocia y luego en Nicomedia, describía la casa de Bitina donde vivió en una carta a los atenienses:
Esa campiña se halla a veinte estadios escasos del mar, y en ella no se es importunado por el mercader o el marinero charlatán e insolente. Sin embargo, el paraje no está privado del todo de los favores de Nerea. A veces se encuentra pescado fresco y palpitante en él y si, saliendo de casa, trepas a un pequeño cerro, percibirás el mar Propóntida, sus islas y la ciudad que lleva el nombre del gran emperador. No caminarás sobre aguas y musgos…. Sólo pisarás zarzaparrilla, tomillo y céspedes fragrantes. Hallarás una profunda calma, y si quieres te tumbarás a ojear un libro. Luego para descansarte los ojos, nada más agradable que el espectáculo de las naves y el mar. Cuando era jovenzuelo, aquella morada de verano me parecía deliciosa. Tiene aguas excelentes, un baño encantador, un jardín y árboles. Hombre hecho, sigo prendado de ese viejo asilo del pasado. He vuelto a él con frecuencia (Lettres écrites en Gaule, 4ª Édition des Belles-Lettres). Soy, en efecto, el adepto del rey Helios (Juliano).
Fue en ese ambiente en el que Juliano tuvo la experiencia que guió su vida. Juliano se durmió. Se sintió aspirado y transportado por una gran fuente luminosa: el sol, que pronunciaba su nombre, el Sol-Dios de oriente, el de Akhenatón la alegría del sol, el de Zoroastro el hijo de la luz, el de Alejandro Magno el hijo de Amón, el sol de los mil nombres paganos y siempre el mismo, le llamaba. Cuando Juliano relata el entorno de Bitina, todos los elementos fosfénicos están presentes. Curiosamente otro entorno de luz, el cielo luminoso en el que Constantino ve, el signo de la cruz resplandeciente en medio del cielo aún más que el sol, será el fin de lo que para Juliano fue el principio, la vida entendida como baño de luz, el paganismo se apagará como la llama de una vela sin oxigeno.
Es imposible no generar fosfenos cuando se pasan largas horas contemplando el mar o leyendo un libro en el que inciden los rayos solares provocando la reflexión de luz, (fosfenos provocados por la luz polarizada, como los de la luna) más aun, quedarse dormido después de haber hecho fosfenos y escuchar de fondo el ruido monótono de la resaca, no hace más que activar mediante el ritmo-fosfenismo, nuestro cerebro y nuestra intuición.
Júpiter, Apolo, Marte, Serapis, Atis, los Baales orientales y Mitra, y así hasta la saturación no son más que encarnaciones, emanaciones o reproducciones elaboradas de una divinidad superior, es decir, el sol, que siempre se muestra como origen de las experiencias conscientes de vinculación con lo sublime y transcendente.
Juliano practica ritos ancestrales y mistéricos como los de Mitra y Eleusis, con una enorme aceptación antes del cristianismo, y que según algunos autores éste copia descaradamente… Recordemos que el alto clero hasta el año 325, y una gran parte del pueblo cristiano de Europa hasta el año 600 más o menos, consideraban al mismo Cristo como un hombre con poderes mágicos, heredero de las tradiciones iniciáticas ancestrales luego llamadas paganas, de hecho personajes como Apolonio de Tiana gracias al cual disponemos en la literatura hermética de pasajes de los Upanishads y de la Bhagavad Gita, eran considerados magos (sacerdotes del fuego); Apolonio, daba todo a los pobres y se abstenía de los excesos, se decía que era admirado por los brahmanes de la India, los magos de Persia y los sacerdotes de Egipto. Famoso por sus «milagros» entre los que se encuentra la resurrección de una doncella y la curación de múltiples enfermos, se dice que en Éfeso acabó con una plaga. Viajó por Babilonia, Etiopía, Egipto, rodeado de sus numerosos seguidores y se apareció a uno de ellos, que dudaba de la inmortalidad del alma, tras su muerte, según Filóstrato en Vida de Apolonio de Tiana El obispo de Auvernia Sidonio Apolinar dice de él: … sólo le falta para ser perfecto…. ser cristiano.
En el concilio de Nicea, Constantino, tras seis meses de conflictos con los obispos durante los cuales deportó a los que rehusaron votar a favor de su idea, sustituyéndoles por sus prefectos fue cuando se pactó la naturaleza divina de Cristo.
La luz, desde Augusto, que veneraba en Apolo al Dios-Sol, padre de la Roma eterna, que hizo traer un obelisco de piedra negra de Egipto desde Heliópolis donde el padre de Akhenatón lo erigió, pasando por Adriano iniciado en los misterios de Mitra y Séptimo Severo que adoraba a Helios en el templo sirio de Baal’Beck bastión de la religión creada por Zoroastro, hasta Aureliano proclamando Sol invictus.
Apolo el dios principal del templo sagrado del oráculo de Delfos, el dios solar estructurador del caos al dar muerte a la serpiente Pitón (de donde se toma pitia o pitonisa) cuyas cenizas guardó debajo de la piedra llamada ónfalos que literalmente significa ombligo del mundo, que Zeus sitúo en Delfos al hacer volar a dos águilas desde dos lugares opuestos del universo y encontrarse éstas en la piedra con forma de medio huevo ónfalos; dos águilas representando la iniciación solar determinan el ombligo del mundo debajo del cual Apolo, dios solar, entierra los restos del caos representado por la serpiente; así nace el eje de la espiritualidad helénica, pilar a su vez del mundo que hoy conocemos. El águila símbolo de la mística solar, ave de Zeus, sinónimo de poder para los mayas, los aztecas, las legiones romanas; para los druidas imagen de la deidad suprema, utilizada para representar a san Juan, de gran visión mística, único apóstol a los pies de la cruz, es decir, una madre y el águila, personificación de la figura masculina. En el Rigveda un águila roba el soma del cielo y lo transporta a la tierra, hemos bebido el soma, ya somos inmortales, hemos conseguido la luz y hemos encontrado a los dioses (Himno VIII.48 del Rigveda, Himno VIII.48 del Rigveda). Animal de evocación recurrente en la simbología rosacruz, emblema adoptado por los cabalistas judíos, gnósticos cristianos y un larguísimo etc. que utilizan el simbolismo solar del águila, mística solar del ave que mira al sol de frente.
Relata el pueblo buriato que los dioses decidieron ofrecer al hombre un chamán para poder defenderse de la muerte y de la enfermedad, para ello enviaron un águila que fecundó a una mujer de la que nació el primer chamán, los yakutos tienen la misma creencia y llaman al águila Ajy Tojon, creador de la luz. Realmente se hace difícil, conociendo el papel del fosfeno, nuestra luz interior con la que se disuelve la torpeza del pensamiento, la mezquindad del corazón y la negrura del alma, no establecer una directa relación entre chamán y fosfeno.
En monedas encontradas en Delfos se puede apreciar el ónfalos representado por un punto en el centro de un círculo; a Apolo se le representaba con un círculo como evocación del astro solar además de ser la imagen de algo sin principio ni final, de forma que el punto de su centro era el ombligo del mundo, el ónfalos, que se erigía así en el centro de la creación, pero debido a la función oracular del Santuario de Delfos, como vehículo para consultar a los dioses, se hace irrenunciable para los conocedores del Fosfenismo, la relación entre el ejercicio de evocación de un punto de luz diminuto en el centro del fosfeno ¡circular! para provocar la amplificación de la intuición, y la representación del ombligo del mundo como un punto, en un templo dedicado a consultar a los dioses y consagrado a Apolo identificado con el sol y la luz de la verdad y representado con un círculo. Conócete a ti mismo rezaba la inscripción de la entrada del templo de Delfos el santuario del dios que lograba encender la luz interior: Apolo portador del sol del Este al Oeste en su carroza del oro.
La tradición solar es inmemorial y tiñe todo el desarrollo de la humanidad, pero hasta Constantino, gobierna el mundo de forma natural y equilibrada, después de él sólo Juliano se interponía entre la iluminación como sentido natural de la vida y el culto público religioso (validez de las sentencias del tribunal episcopal) como arma política en la que se convirtió el cristianismo. A Juliano se le consideró dócil, ganándose así el derecho a ir a Constantinopla, donde se impregno profundamente del espíritu helénico y de los misterios de Egipto.
Juliano aparte de iniciarse en la religión de Mitra se vincula con Atis, Serapis e Isis.
Atis:
… pues causas primeras no contienen las formas de los elementos últimos… emanación de Helios -el tercer creador- Atis desciende hasta la Tierra…(Discurso sobre la Madre de los dioses). Juliano.
Serapis:
Fue para sus adoradores el dios único, calidad constante puesta de relieve en todas las alabanzas que le eran otorgadas, y una fórmula de los actos oficiales proclama: «Uno es Zeus-Serapis». Igual que antes en la vieja religión egipcia, Osiris había sido asociado al sol y Serapis fue identificado con Helios. Esta concepción concordaba bien por lo demás con el panteísmo solar que se extendió a favor del helenismo en todo Occidente… (O.E. Briem, Les Sociétés secrètes de mystères) Payot.
Adriano llamaba a los primeros cristianos los adoradores de Serapis, es decir, el sol, lo que probaría el origen mágico y solar del cristianismo.
Isis:
… bajo una corona de flores diversas, sobre la frente, un disco plano en forma de espejo, imagen de la luna, irradiaba blanca luz… de la mano izquierda pendía un lámpara de oro, cuya asa, en su curva más hábil, portaba un áspid que erguía la cabeza e inflaba el cuello… otras mujeres caminaban portando a la espalda espejos que precedían inmediatamente a la diosa y en los cuales ésta podía contemplar la continuación del cortejo… todo un gentío de hombres y mujeres seguía con linternas, antorchas, velas y toda clase de luces por ganarse el favor de la diosa que ha creado los astros del cielo. Los pontífices, esos grandes maestros del culto, revestidos con una gran túnica de lino blanco ceñida en el talle y que les llegaba a los pies, portaban las insignias augustas de las omnipotentes divinidades. El primero sostenía una lámpara de viva claridad muy diferente de las lámparas con las que alumbramos nuestras cenas; de oro, hueca como una barca, una gran llama brotaba de sus flancos… Apuleyo.
Apuleyo estaba obligado, bajo pena de muerte, al secreto, era un iniciado: En medio de la noche, he visto resplandecer el Sol con puro brillo. Apuleyo.
En mi mano derecha llevaba una antorcha encendida, tenía la cabeza ceñida por una corona de palma cuyas hojas apuntaban como rayos. Así ataviado a imitación del Sol. Apuleyo
En palabras Jean-Michel Angebert: El sol evocado aquí por Apuleyo no es el sol físico, sino su doble etéreo, situado en el universo espiritual, invisible a la mirada ordinaria. El sol visible es, en efecto, según la tradición oculta, una emanación del sol central, que es la emanación escondida de todo lo que ES en nuestro sistema solar. Nuestro sol visible no es más que el espejo en el cual se reflejan los rayos de energía emanados del sol espiritual. El sol real es tan invisible como el hombre real a los ojos del profano.
Realmente cualquier persona que conozca Fosfenismo estará en la certeza absoluta de que aquí en realidad sólo se habla de una cosa: el fosfeno. Varuna era el lado oscuro del sol mitraico, uno no podía existir sin el otro, creador de formas, era el que mantenía el orden cósmico. Y era también el que daba acceso al mundo de los muertos. Si bien Mitra y Varuna se diferenciaban por sus atributos, se entendían como «gemelos» inseparables, no pudiendo existir el uno sin el otro. Los sacerdotes de Mitra daban gracias al sol, por la mañana, al mediodía y por la noche, vueltos hacia el Oriente, el Sur y el Occidente respectivamente. Quiero recordar que los maniqueos sólo rezaban si estaban frente al sol, (siete veces al día), el mismo precepto que Zoroastro había dado a sus discípulos y el que animó el Catarismo que consideraba al sol como única emanación de Dios en el Universo creado. Mitra y Varuna eran tan inseparables como la luz y el fosfeno; y éste se manifiesta precisamente en forma de doble la fuente luminosa que se observa fijamente. En Éfeso Juliano recibe la iniciación mitraica.
Un hierofante acompaña a Juliano por un subterráneo angosto, medio cripta medio tumba, éste porta una lámpara de bronce, el hierofante le pregunta si está dispuesto a recibir la iniciación, Juliano dice que sí, el anciano se retira y se coloca una pesada piedra cerrando la gruta. Juliano sólo puede observar la luz hasta que ésta, al cabo de un día se apaga, dos días después la cueva se abre y un nuevo Juliano nace de las entrañas de la tierra.
¿Puede ser más claro? ¿Es el sol que cocina nuestra comida, del que estamos hablando? ¿Quizás el sol que nos calienta? Jamás. Se invoca al sol de la activación neurológica, al sol que permite acceder a estados de conciencia superiores, al sol que nos da la intuición y la clarividencia, al sol que vive y palpita en nuestro interior como algo tangible, reproducible y medible. Esa es la razón de que, de modo siempre velado, se intente en todas las iniciaciones, provocar la observación de una fuente de luz, que desemboca, indefectiblemente, en la visión de un fosfeno, es decir, en la práctica del Fosfenismo. En el año 355 Constantino envía a Juliano a Ática, muy cerca de Atenas y frecuenta la Escuela de Platón y allí recibe los misterios de Eleusis.
… Juliano se dirigió hacia Eleusis, paso por los olivares que cantara Sófocles, desembocó en el golfo de Salamina y penetró en el templo de las diosas (J. Bidel, Vie de l’empereur Julien. Édition des Belles-Lettres, Paris).
Al candidato a la iniciación se le conducía con los ojos vendados por un túnel en el que había una antorcha y, a ratos, se le retiraba la venda para luego volver a colocársela. Cuando era un grupo el que recibía la iniciación se utilizaba una caverna, Telesterión; se colocaban numerosas antorchas que se apagaban todas al unísono y, durante el tiempo de oscuridad, los candidatos debían pensar en una espiga de trigo para explicarles, luego, que durante ese momento de oscuridad nacía la luz espiritual. Eso es, sencillamente, un fosfeno. Todos los cristales de nieve son distintos, pero todos tienen ángulos de sesenta grados, del mismo modo el hombre ha buscado la luz interior, la iniciación, mediante innumerables técnicas, ritos, religiones etc. pero en todas ellas subyace un mismo patrón: el fosfeno.
El seis de noviembre del 355 Constantino llama a Juliano a Milán, durante el viaje se entera que su hermano Galo ha sido decapitado y cree que su suerte está echada pero, para su sorpresa, Constantino le nombra César delante de más de veinte mil hombres. Inmediatamente parte para la Galia invadida por los bárbaros. En enero del 357 entra en Estrasburgo victorioso, y reconquista más de cuarenta ciudades. Al sorprenderse de la pericia militar de Juliano, al que consideraba un débil filósofo, Constantino manda trasladar casi todo el ejército del César hacia Constantinopla para marchar sobre Mesopotamia, dejando a Juliano conservar sólo tropas auxiliares. En Lutecia los soldados victoriosos que han reconquistado la Galia se sienten traicionados y se amotinan, Juliano debe elegir, y opta por liderar la revuelta. Juliano marcha hacia Constantinopla con el camino libre, Constantino ha muerto, (recibió el bautismo in extremis). Juliano es el nuevo emperador. Uno de los primeros actos de Juliano es promulgar el Edicto de la tolerancia que permite a los cristianos, arrianos, gnósticos y demás, predicar libremente su doctrina y practicar su culto con total libertad.
Juliano sustituyó el Labarum (monograma de Cristo) por el estandarte de Mitra con la inscripción: soli invicto y al igual que Aureliano, sus ejércitos, los domingos, debían rezar al sol. Todas las mañanas él mismo antes de salir hacia oriente, en Antioquia, presencia la salida del sol y es entonces cuando escribe el Discurso sobre Helios-Rey.
Juliano muere en plena gloria, después de aplastar al ejército persa de Sapor I, por una jabalina lanzada por un traidor que se negaba a honrar a los dioses. Desde ese momento el mundo cambió y la luz de oriente se apaga lentamente, el fuego divino empieza a convertirse en una trémula llama que solo los iniciados sabrán encontrar.
Lejos quedará la importancia de Vesta la protectora de Roma diosa del fuego y del hogar, con sus vestales encargadas de cuidar el fuego de la ciudad que jamás podía extinguirse en el templo sagrado y circular, donde curiosamente no se encontraba la imagen del culto si no el fuego sagrado que iluminó Roma hasta que Teodosio I el grande lo clausuró para facilitar el arraigo del cristianismo. Todos los templos romanos son cuadrangulares en referencia a las cuatro direcciones y debían ser inaugurados, pero el de Vesta es circular evocando lo más arcaico y sagrado, la luz origen de la vida en la tierra no precisaba de ningún inicio pues siempre fue. Atrás muy atrás quedarán los dioses de la dominación etrusca y los asimilados a las divinidades griegas, el miedo a la devastación total a manos de los celtas, o durante la segunda guerra púnica en la que se apeló a dioses de cualquier origen para ganarla como Cibeles, la primera divinidad asiática introducida y representada por una piedra negra traída desde Pérgamo en respuesta a un oráculo de los libros sibilinos, justo antes de la victoria sobre Aníbal. Curioso pues, un meteorito negro, una piedra caída de los cielos justo como la de Lucifer a quien se le cayó la piedra verde, una esmeralda, del entrecejo: el Grial. Tras mirar la luz y cerrar los ojos, es decir, tras hacer un fosfeno, se muestra majestuosa nuestra luz interior con un color esmeralda precioso… Lucifer cae cuando pierde su luz interior, su fosfeno, el tercer ojo que permite ver el otro lado…
Quizás la Tabla de Esmeralda de Hermes Trismegisto, no deba su nombre a una casualidad. Luz cuando se retira la luz, es entonces cuando cae el velo y aparece uno mismo, como en el himno de los Upanishad: ¡Oh! Sol, presente en todas partes, hijo del Señor de la Creación, manda a tus rayos, retira tu luz. Quita el velo a fin de que pueda ver su raza; su faz velada por tu disco de oro. Pues aquel que está allí, ese ser, es yo mismo.
Tambíen el pueblo celta gira alrededor del sol…
Francesc Celma i Girón
Director de Fosfenismo España e Iberoamérica
Escuela del Dr. Lefebure