Templarios catedrales y fosfenos
Los vínculos entre las prácticas de templarios y cátaros y el Fosfenismo aparecen en ciertos documentos, en ciertas tradiciones, e incluso en la arquitectura de la época. Evocaremos algunos.
Los cátaros rezaban mirando el sol porque, según ellos, Cristo así se lo había enseñado. Su lugar más emblemático, el castillo de Montsegur, estaba construido como un templo solar, extremo que aún hoy se puede comprobar. De hecho, en el solsticio de verano, el 21 de junio, el sol pasa a través de dos delgadas aberturas en uno de los muros para producir dos rayos de luz paralelos que las leyendas locales denominan paralelos de Montsegur; parecen peligrosas para usarlas como accesos pero su emplazamiento prueba que ciertamente no se han construido con ese fin. Esta particularidad de la arquitectura del castillo de Montsegur muestra la importancia que los cátaros concedían al sol. Monseñor Truchemotte, obispo de la iglesia galicana (nombre de la Iglesia católica en Francia desde la evangelización de la Galia hasta 1870) de Burdeos, publicó una fotografía del dibujo del torreón donde estuvo encerrado el jefe de los templarios, Jacques de Molay.
Se puede interpretar fácilmente como un templario contemplando el sol, es decir, realizando un fosfeno solar (Les Cahiers de l’étrange, nº 4, p. 7). En excavaciones arqueológicas hechas en Jerusalén, los templarios descubrieron un secreto que conservaron celosamente y que ha hecho correr mucha tinta. ¿Se podría decir que este secreto sería de índole fosfénica? Sin duda alguna lo templarios conocían el fosfeno.
El texto siguiente de Juan-Claude Flornoy relata los trastornos sociales consecutivos a la eliminación de la orden del Temple. También describe un ejercicio energético (la marcha rítmica), lo analizaremos a la luz de los descubrimientos del Dr. Lefebure.
El drama de la ejecución de los dignatarios del Temple el 18 de marzo de 1314 tuvo dos consecuencias que el rey Felipe el Hermoso no había previsto en absoluto. En primer lugar, el Temple era una organización bancaria y talasocrática, inmensa y tentacular. Su verdadero tesoro eran sus bancos crediticios y sus agentes contables repartidos por todo el conjunto de la cuenca mediterránea y en todas las ciudades europeas. Sus letras de cambio equivalían a cheques. Su marina hacía de enlace y mantenía el orden.
La Serenísima República de Venecia tomó, en su propio provecho, la antorcha y, durante dos siglos, el orgullo de un rey hundiría a Francia en guerras y en miseria. La segunda consecuencia catastrófica fue la salida de prácticamente todos los profesionales formados en los gremios hacia los sitios más dispares: Italia, Portugal, Oriente Medio… Esa misma tarde, los maestros de la fraternidad presentes comprendieron que los próximos en pasar por la hoguera serían ellos. Por lo que se decretó la Gran Huelga de las Catedrales.
En las tres semanas siguientes se abandonaron las obras en curso, y la casi totalidad del personal tomó camino del exilio. Dichas obras no se reanudarían sino mucho más tarde, con grandes dificultades, por los religiosos.
El único edificio construido después de 1314 fue la basílica Notre Dame de l’ Epine (1405-1527), junto a Châlons-sur-Marne, a partir de planos fechados con anterioridad. Los planos y el efecto inducido por la forma son correctos, pero la ciencia de la manipulación energética está ausente. Construir en sagrado significa tener en cuenta las fuerzas subterráneas salidas de las profundidades de la tierra. Fuerzas que se respetaban desde tiempos remotos. Un lugar sagrado es un lugar que, en su estado natural, es potentemente geopatógeno. A menudo se trata de un cruce de cursos fluviales subterráneos que lo vuelve peligroso para la vida. Opera bajo un principio eléctrico simple. Cuando contamos con una carga importante en el subsuelo, el equilibrio microeléctrico de superficie se alcanzará si se atrae una fuerza equivalente procedente de la magnetosfera. Las fuerzas salidas de la tierra brotan, son emergentes, las del cosmos son descendentes. Cuando estamos sobre un punto geopatógeno nuestros pies están en equilibrio microeléctrico, pero nuestra cabeza no. Estas fuerzas nos vacían literalmente de nuestras energías, la tierra las aspira y las digiere.
Los constructores en sagrado siempre utilizaron estos puntos para sus edificios. Cuanto más peligrosas eran más les interesaban ya que la fuerza salida de la tierra era importante. Los maestros de obra videntes visualizaban el aura de esta fuerza y construían en torno a ella, a su medida.
Dicha fuerza se compone de tres capas. La primera, más próxima a la tierra, era la que se utilizaba en el tiempo megalítico para los dólmenes, la segunda, mediana, es la del pueblo romano y la tercera, la más grande, la del gótico. Con la piedra, utilizándolas como micropilas, armaban una caja, un armazón para esa aura y conseguían derramar al exterior del edificio las fuerzas procedentes del cosmos, liberando así el «wouïvre» que llenaba el interior. Las criptas son siempre romanas y son actualizaciones de los dólmenes. Los constructores de lo sagrado tenían el sentimiento de instalar «máquinas». Para ellos, sus obras eran atanores destinados a transmutar al pueblo. Los obispos de aquellos tiempos eran los magos de estas máquinas y dirigían inmensos trances colectivos.
En Chartres se practicaba en el solsticio de verano el «trance de la oruga». Las puertas se abrían al alba y, de uno en uno, en fila india, entraba la gente, llevando todos con los pies el ritmo del balanceo de la oruga. «Bum» a la izquierda, «bum» a la derecha, con sus pasos pesados avanzaban lentamente hacia el laberinto y después de salir, continuaban con el balanceo e iban apiñándose tranquilamente bajo las bóvedas. Durante todo el día, «bum, bum», el balanceo continuaba, amplificándose sin cesar y al anochecer se cerraban las puertas para que la catedral vibrara al máximo. A una señal del obispo, estos millares de personas se detenían de golpe y en una fracción de segundo, mágica, en un silencio alucinante, toda esa gente entraba en trance y se fusionaba con lo divino. Eso es todo lo que Felipe el Hermoso liquidó en la hoguera de los templarios. Abrió de par en par la puerta a la dictadura de los religiosos, empezó la oscura época de la Inquisición. La inmanencia platónica dejaba paso a la transcendencia aristotélica.
San Agustín derrotado por Santo Tomas de Aquino. El ser no podía ya fusionarse con lo divino por sus propios medios, necesitaba la gracia de Dios que, evidentemente, sólo los sacerdotes y sus rituales podían inducir.
Los Templarios habían protegido a las fraternidades de constructores, cualquiera que fuera su obediencia, de los religiosos y de sus señores. Su desaparición los dejaba solos ante sus despiadados enemigos. Lo sagrado abandonaba el occidente atlántico cristiano. Profesionales de esta calidad escaseaban. Donde quieran que fueran, eran bien recibidos. Venecia era la rica potencia dominante en el Mediterráneo, y allí trabajaron. En el norte de Italia donde los contables del Temple originaron las grandes familias de banqueros lombardos, formaron parte del Renacimiento, pero al integrarse, perdieron su singularidad y se secularizaron. En los reinos de ultramar, es decir en Oriente Medio, en Cilicia en particular, consiguieron mantener su alma ancestral dentro del estado. La ciencia de la «peregrinación del alma», que constituyó el armazón de su espiritualidad desde tiempos inmemoriales, sobrevivió allí y consiguieron transmitírnosla gracias al tarot.
El ejercicio descrito con el nombre de trance de la oruga es evidente que consiste en marcar un balanceo golpeando con los pies alternativamente a derecha y a izquierda.
Las investigaciones en fisiología cerebral del Dr. Lefebure nos van a permitir arrojar luz sobre esta insólita práctica. En primer lugar, cualquier marcha o danza alternativa crea sincronizaciones entre los hemisferios cerebrales por el uso alternativo de grupos de músculos opuestos. Esta práctica es comparable con el ejercicio de balanceo lateral enseñado por el Dr. Lefebure. A continuación, el hecho de golpear fuertemente sobre el suelo con el pie estimula lo que el Dr. Lefebure llama el osteofeno o feno de las propiedades elásticas del esqueleto.
La danza repetitiva también estimula el miofeno o feno vinculado a la actividad muscular. Es muy probable que por la noche, en el sueño, los participantes experimenten este miofeno como el recuerdo de las sensaciones musculares vinculadas a la danza.
Este trance de la oruga es un ejercicio fisiológico destinado a producir efectos concretos, incluso si forma parte de una tradición empírica que no pretende explicar este proceso de manera científica. Sin embargo es posible mejorar la práctica de este ejercicio a la luz de los descubrimientos del Dr. Lefebure, y practicar este tipo de marcha rítmica en el bosque, por ejemplo.
Ejercicio de marcha rítmica:
Ajuste el mantratrón al ritmo de un segundo o de un sexto de segundo.
Haga un fosfeno (advertencia: si trabaja directamente con el sol, las observaciones fijas no deben sobrepasar nunca los dos segundos y deben hacerse siempre a través de un trozo de tela, un pañuelo, por ejemplo, sin gafas ni lentes de contacto, para evitar quemaduras graves en la retina).
Camine al ritmo del mantratrón, contando un paso por segundo.
Igualmente, si utiliza el ritmo de un sexto de segundo contará 1,2,3,4,5,6; 1,2,3,4,5,6, empezando por posar el pie a la vez que se empieza por el 1 (derecha, 2, 3, 4, 5, 6, izquierda, 2, 3, 4, 5, 6, etc.).
Repita un fosfeno cada vez que sea necesario (cada quince minutos aproximadamente si trabaja con el sol).
Por la noche, quizá tenga la oportunidad de vivir una fantástica experiencia de despertar en el sueño.