
Chakra manipura, tercer chakra, chakra del ombligo
El chakra manipura tiene relación con la personalidad y con la experiencia de vida. El color del chakra manipura es el amarillo y está situado encima del ombligo, a unos tres centímetros. El fuego es el elemento que se relaciona con el tercer chakra manipura con el sentido de la vista. El chakra manipura está vinculado con el abdomen (estómago y órganos relacionados). También la parte baja de la espalda, el hígado y el páncreas interactúan directamente con este chakra manipura. La voluntad como manifestación de la fuerza interior, se sitúa en el chakra manipura.
La energía del plexo solar evocada con el fuego creador y purificador es la que impulsa y anima nuestra acción. En resumen, querer manifestado con el poder.
De los siete chakras el chakra manipura es el que más relación tiene entre la potencialidad y la materialización. Mediante el ombligo el feto se alimenta de la madre. Del mismo modo, desde el tercer chakra se realiza la más poderosa comunión con la «madre tierra». Es decir, con su plano etérico que es el matriz que nos une al cuerpo astral. Además, el chakra manipura es la pasarela que tradicionalmente han utilizado los chamanes para inicio de los vuelos. El chakra manipura del guerrero, del buscador consciente. Un tercer chakra fuerte es garantía de concreción, de precipitación de los anhelos. Consecuentemente, la visualización de una meta traída a la realidad.
La personalidad del individuo está repartida y equilibrada por todos los chakras. Sin embargo, es en el tercer chakra donde se enraíza y aparece la vida social. Llegan al tercer chakra diez canales, diez pétalos pues, lo representan.

Experiencia del despertar del chakra del plexo solar
Ejercicio de Fosfenismo para el despertar del chakra manipura
Este ejercicio sobre el chakra del ombligo, chakra manipura, lo encontramos en los cristianos ortodoxos del Monte Athos.
Para el feto, la madre ocupa el lugar de la biosfera. Posteriormente, cuando es adulto, es el reino vegetal quien reemplaza a la madre. Los océanos contienen las diferentes sales del plasma sanguíneo y parece claro que los mamíferos descienden de los animales marinos. El conjunto de la «biosfera» puede ser llamado nuestra madre tierra. Ciertamente, vemos una equivalencia entre la madre que alimenta al feto y la vegetación que nutre a los seres vivos.
Las enseñanzas derivadas del hinduismo, como la Teosofía, postulan que además del cuerpo físico, los vegetales poseen un cuerpo sutil. Se le denomina cuerpo etérico. Sin embargo, no es el caso de los minerales. Es decir, los vegetales comparten con los animales y los hombres, un cuerpo etérico. Aunque los hombres poseen otros cuerpos cada vez más sutiles que no tienen los animales.
Pachamama y tercer chakra
Contactar con nuestra madre tierra es comunicar con el aspecto espiritual del mundo vegetal. Un mundo invisible para los ojos físicos, y la primera densidad que encontramos tras la muerte. El plano etérico precede al vuelo hacia el plano astral o mental.
El chakra del que más fácilmente tenemos conciencia es el chakra manipura. Con un poco de atención lo sentiremos sin necesidad de tocarlo ni de mirarlo. Por lo tanto, la concentración en el chakra manipura es de una extrema importancia. Es esta concentración la que nos pondrá directamente en relación con el aspecto espiritual de nuestra madre tierra. Dicho de otro modo, con el alma de nuestro planeta. Por el centro espiritual del ombligo, el chakra manipura, entramos en comunicación principalmente con el aspecto espiritual de la vegetación. Los teósofos lo denominan plano etérico. También nos ponemos en contacto con el alma de nuestro planeta. En otras palabras, de la misma manera que el feto y la madre se comunican a través de su ombligo.
Ejercicio para la activación del plexo solar
Haremos un fosfeno, es decir, observaremos la lámpara fosfénica durante treinta segundos. Después de eso, nos representaremos mentalmente chispas de luz que desde nuestros miembros convergen en el ombligo. A continuación, formaremos una corriente de luz que sale por este orificio espiritual. Es decir, realizando así un cordón luminoso que se eleva hacia el cielo. Del mismo modo que los vasos del feto se dispersan en la placenta nuestra concentración de luz se irá ensanchando. En resumen, un embudo de luz, fino en su origen infinito en su final.
Existe una tradición relativa al cordón de plata que uniría el cuerpo etérico. Es decir, el más denso de los cuerpos sutiles, con el cuerpo físico al que llegaría por el ombligo. Es como si este cordón de plata fuera lo que queda en el plano etérico del cordón umbilical.
En los estados de muerte aparente, y también tras algunos desdoblamientos, algunos sujetos han asegurado percibir el cordón de plata.
La posición llamada fetal es la más frecuente al dormirnos. Esta posición es la más corriente, sobre todo en los jóvenes.
Los monjes del Monte Athos rezan en una posición muy parecida. Sin embargo, en lugar de estar acostados, están sentados en el suelo. Además, su flexión es todavía más acentuada que la del feto. Los miembros inferiores están replegados, de tal forma que las rodillas casi tocan el pecho. Los brazos las rodean y la cabeza cuelga hacia delante. Las rodillas y las piernas quedan lo suficientemente separadas para que el sujeto pueda ver su tercer chakra. En resumen, se concentran directamente en el chakra del ombligo. Por supuesto, antes han mirado fijamente el sol, a la vez que rezan. Es decir, hacen un fosfeno. Posteriormente lo proyectan en el ombligo, sin dejar de rezar, es decir, fosfeno, ritmo, chakra…