Hoʻoponopono y Fosfenismo
Francesc Celma i Girón
Las implicaciones del Fosfenismo en la práctica del Hoʻoponopono son amplias y espectaculares. En primer lugar destacaremos la depuración del pensamiento que se produce en presencia del fosfeno. El fosfeno actúa como una verdadera lejía del pensamiento y del alma, literalmente limpia. Es extremadamente sencillo y rápido observar la depuración del pensamiento mediante el fosfeno. Hagamos la experiencia. Tomemos por ejemplo, una relación difícil, de esas que el solo recuerdo de la persona implicada genere estrés, esas personas que evitamos o que, de no ser ello posible, nos ponen en un estado de alerta, de defensa…
Hoʻoponopono es una técnica de sanación que tiene como base el concepto del perdón. Originariamente la práctica la realizaban los sacerdotes Kahuna para solventar los problemas de salud familiares. Hoʻoponopono tenía como finalidad corregir mediante el arrepentimiento, la oración, la confesión y el perdón, los desordenes o errores de las personas que son los que provocan las enfermedades, es decir, enmendar una mala conducta. Tradicionalmente se utilizaba en el ámbito familiar para resolver problemas de relaciones y enfermedades de modo que la oración y el perdón restituyeran el equilibrio entre sus miembros y con los dioses y expiando la enfermedad, la tensión, el problema etc. que el error había provocado.
La kahuna lapa’au Morrnah Simeona extendió la técnica grupal a un entorno de sanación espiritual global, introduciendo el concepto del karma como elemento que hace revivir al individuo los agravios que antes él infringió a otro, y el concepto de creador al que se llega mediante la conexión de los tres yoes del individuo, superconsciente, consciente y subconsciente, y que limpia los errores con luz divina. Simeona no se ayuda de la mantralización.
Aunque la total popularización del Ho’oponopono llega con el libro Cero Limites de Hew Len y Joe Vitale, aquí la novedad es llegar a un objetivo de pérdida de los límites, a la no identidad. Len utiliza la mantralización de la fórmula: lo siento, perdóname, te amo, gracias y parte del supuesto de que todo lo que nos sucede es responsabilidad nuestra, es decir, los problemas no los generarían las circunstancias externas si no que serían producto de, en este caso sí como en el original Hoʻoponopono, producto de nuestros desordenes y errores. Así para cambiar nuestro entorno debemos limpiarnos, cambiarnos, a nosotros primero, de modo que incluso ese cambio repercutiría en el todo el mundo que compartiría la superconciencia. Hew Len hace gran hincapié en que lo más importante es limpiar para transformar nuestra realidad, limpiar para poner el contador a cero y así dejar fluir la energía.
Cuando se ve a alguien, por ejemplo, agresivo, lo que estamos viendo es nuestra representación de la agresividad reflejada en la otra persona y cuando se consigue limpiar esa experiencia se puede observar la realidad desnuda. La responsabilidad estaría en limpiar lo que ocurre en nosotros para que no suceda eso que nos afecta creyendo que viene desde el exterior cuando no es más que una representación, una experiencia personal que aflora desde nuestro subconsciente reproduciéndose según patrones adquiridos. Esos datos, según los llama Len, son susceptibles de ser limpiados y borrados para poner el sistema a cero evitando los datos en forma de recuerdos y patrones repitiéndose constantemente.
Son ideas que pueden resultar familiares para quien conozca un poco los principios de la mecánica cuántica de la que deriva el concepto de energía del punto cero que aparece del principio de incertidumbre de Heisenberg, a saber y de un modo muy sucinto, todas las partículas elementales son partículas y ondas, si conocemos la posición de una partícula no podemos determinar su momento (el producto de la velocidad por la masa), es decir, un observador puede saber o la posición exacta de una partícula o su momento, pero no los dos.
Entonces en el cero absoluto, si la partícula no se mueve, su momento y su posición deberían conocerse y así se violaría el principio incertidumbre por lo que debe existir algún movimiento, y toda oscilación tiene asociada una energía a su frecuencia, entonces aunque llegáramos hasta el cero absoluto (lo cual no es posible debido a la tercera ley de la termodinámica), las partículas seguirían moviéndose por su función de onda, es decir, existiría energía incluso en el cero absoluto.
Las implicaciones de las técnicas de Dr. Lefebure Methods en la práctica del Hoʻoponopono son amplias y espectaculares, para un practicante de Hoʻoponopono los fosfenos debería ser imprescindibles. En primer lugar destacaremos la depuración del pensamiento que se produce en presencia del fosfeno. El fosfeno actúa como una verdadera lejía del pensamiento y del alma, literalmente limpia. Es extremadamente sencillo y rápido observar la depuración del pensamiento mediante el fosfeno. Hagamos la experiencia. Tomemos por ejemplo, una relación difícil, de esas que el solo recuerdo de la persona implicada genere estrés, esas personas que evitamos o que, de no ser ello posible, nos ponen en un estado de alerta, de defensa.
Como de costumbre haremos un fosfeno, es decir, observaremos la lámpara del Dr. Lefebure durante unos treinta segundos, ya en el momento de la observación pensaremos en esa persona sin de momento, ningún esfuerzo por mejorar la relación, simplemente pensamos en ella durante la observación fija de la luz. Cerramos los ojos y en presencia del fosfeno recreamos el peor momento, el más desagradable y debilitante que hayamos tenido con esa persona prestando además, atención a todos los detalles de la escena, al tono de su voz, al nuestro, al lugar donde sucedió, a la temperatura, las ropas, los movimientos etc. recrearemos en fin, el máximo número de detalles colocando la escena en el interior del fosfeno si fuera posible, si no simplemente evocaremos el escenario olvidándonos del fosfeno.
Cabría esperar que la desazón, el debilitamiento y el estrés que el sujeto provoca en nosotros se amplificara, puesto que de hecho es el principio de la mezcla fosfénica, es decir, mezclar el pensamiento con el fosfeno transforma la energía de la luz en mayor dinamización del pensamiento, potenciándolo y reforzándolo, pues sí se potencia pero no para generar más entropía, en el caso de que se produzca una mezcla con un pensamiento debilitante o negativo el fosfeno, la luz interior, lo limpia, lo depura, lo lava literalmente de las manchas, de los datos negativos con los que lo grabamos.
Como acostumbro a comentar no es nada distinto a lo que las religiones no llevan diciendo por milenios, la luz nos guía y nos limpia. Habrá que recordar que estamos hablando de Hoʻoponopono que según Morrnah Simeona: limpia los errores con luz divina… Volvamos al fosfeno, pasados tres minutos de evocar el conflicto no es fácil detectar mejora pero tampoco como cabría prever, hay un empeoramiento del conflicto.
Si continuamos con el mismo proceder encadenando otro fosfeno, el tema cambia sutil, pero significativamente. Se empieza a valorar la situación desde otro ángulo, curiosamente aparecen aspectos de nuestra actuación personal que antes no habíamos valorado y que no ayudaron al buen discurrir del encuentro, a la vez que emergen también otros de la persona con la que vivimos el conflicto que no nos parecen tan traumáticos y que empezamos a relativizar, en definitiva durante estos segundos tres minutos de mezcla fosfénica, el asunto se percibe como no tan grave. Si continuamos con un tercer fosfeno empiezan a aflorar sentimientos de comprensión hacia la otra persona y la escena queda bañada con la cálida luz de la empatía. De continuar el proceso, nuestra luz interior, el fosfeno, acaba limpiando totalmente la enervación y el desafecto con la que empezamos el ejercicio, la lejía del alma ha actuado en el escenario del desencuentro.
Recordemos que el proceso que acabo de describir se realizaría sin necesariamente, una clara idea de mejora, es decir, se partiría de la pura evidencia de estrés sin intentar cambiarla, procediendo simplemente a mezclar.
Es evidente que si además le damos una dirección, una intención, el proceso se acelera. Cuando nuestra voluntad crea una predisposición a la empatía durante la mezcla y busca los elementos de encuentro más que los de desencuentro todo el proceso de depuración se enfatiza y mucho, pero a mi me gusta presentar primero la pura mezcla del fosfeno con el problema para que el alumno pueda constatar que incluso sin una predisposición evidente, el fosfeno depura el pensamiento, lo limpia.
Entonces es fácil intuir que uno de los objetivos más recurrentemente mencionados por Hew Len, limpiar y poner el contador a cero se ve enormemente facilitado con el puro fosfeno durante la práctica del Ho’oponopono sin, como acostumbro a recalcar, tocar nada, es decir, únicamente hay que mirar la luz fosfénica durante treinta segundos para luego trabajar con el proceder habitual de la técnica del Ho’oponopono.
Así el fosfeno sería como el efecto Casimir que describe la fuerza de atracción a distancias muy cortas, al situar dos placas muy próximas surgen ondas con frecuencias distintas debido a la energía del vacío que antes mencionamos, el caso es que en el espacio entre las placas, las condiciones del contorno de las placas no permiten que se generen las mismas ondas que en las caras exteriores y ello provoca un diferencial entre la presión interna y externa, lo que hace que las placas se atraigan con una presión altísima. El fosfeno es un elemento intermedio entre dos mundos, el sutil y el físico actuando de puente comunicante, acercando dos realidades que parecen antagónicas y manifestando en su convergencia una energía extraordinaria. Pero ese no es el único aspecto en el que el Fosfenismo tiene la posibilidad de potenciar el Ho’oponopono.
Podemos crear mediante la repetición de la frase del Ho’oponopono lo siento, perdóname, te amo, gracias, un resonancia que genere formas en nuestra alma, del mismo modo que el polvo de licopodio esparcido en una placa metálica crea formas geométricas cuando la sometemos a una vibración sonora mediante un arco de violín. Formas en nuestra alma con el significado que implica la repetición rítmica del lo siento, perdóname, te amo, gracias. El Fosfenismo describe la importancia del funcionamiento rítmico y alterno del cerebro según demostró el Dr. Lefebure, esforzarse por mantener siempre una misma idea no es fisiológico, nuestro cerebro necesita ritmo, necesita alternancia interhemisférica. No es casualidad que cuando se busca la máxima concentración, la mayor introspección, lo mejor de nosotros, es decir, el contacto con lo sutil, ámbito de todas las religiones, se introduzca un ritmo en el pensamiento mediante la plegaria, rosario, letanía, le llamemos como le llamemos la repetición rítmica está presente en todas las religiones para darle un ritmo al pensamiento que facilite la comunión, en el caso de las religiones, con lo divino, creando un ritmo en la vida interior; la repetición rítmica de la frase del Ho’oponopono le otorga un poder organizador, dominador sobre los otros pensamientos de forma que el resto del ruido se subordina a ella tendiendo a disolver cualquier otro pensamiento sincronizando nuestro pensamiento con una información transcendente para limpiar y llegar a difuminar los límites del yo y entrar así en la zona cero.
Es obvio que un elemento clave en esas repeticiones es la regularidad del ritmo, de la misma forma que las ayudas para lanzar un columpio deben ser en los momentos adecuados, de no ser así, el placentero balanceo que nos ofrece no tendría sentido, es decir, la frase la repetiremos con la máxima regularidad en el ritmo que sea posible. Y aquí interviene otro elemento extraordinario en la potenciación del Ho’oponopono, con la neurosincronización que nos ofrece la APP de Fosfenismo conseguimos llevar a nuestro cerebro a un estado perfecto para la trascendencia mediante un ritmo preferente y alternativo de un sexto de segundo que estimula nuestros hemisferios y que nos sitúa en las condiciones mentales optimas para la mezcla de la oración mantralizada del Ho’oponopono.
Estaremos pues limpiando, depurando, en presencia de la luz interior, del chakra activado del tercer ojo, y con un estímulo neuronal rítmico favorecedor de las experiencias supranormales del espíritu, tal como describió el Dr. Lefebure en su obra al ritmo de las sexta parte. Es una experiencia extraordinaria que nos permite borrar, limpiar y conectar, de una forma maravillosamente consciente y que lleva a practicar el Ho’oponopono con una precisión dirección y calidad difíciles de imaginar para los que no conozcan el Fosfenismo.