Señores de la luz III del chamanismo al Fosfenismo

Señores de la luz III

Señores de la luz III: del chamanismo al Fosfenismo

También el pueblo celta gira alrededor del sol…

El «chamán» es principalmente, un brujo curandero (chamán forestal) y un mago salvador (chamán de luz). El «chamán forestal» posee la ciencia de las plantas y de los ritmos de la naturaleza, el chamán luminoso la ciencia de la luz, estando uno en contacto con el plano astral, y el otro con plano mental. Del «chamán de luz» deviene el «druida mago» (los druidas también son unos magos). El «chamán forestal» es el druida brujo de la tradición céltica, y el conjunto de sus conocimientos inmaculados al comienzo, constituyó la «magia».

La medicina es practicada por los druidas, magos que utilizaban de la naturaleza, llamados también ensalmadores, por sus métodos sobrenaturales, que después pasaron a denominarse curanderos, en los lugares donde pervivió la herencia céltica; algunos de los métodos de estos curanderos tenían mayor éxito si se vinculaban con el enfermo a través del fuego del que obtenían la solución a la enfermedad, se los llamaba pyromantes. Pyromantes, es decir, adivinos por medio del fuego. Así el druida es un mago del fuego.

Múltiples recuerdos similares relacionados con la luz, se  mantienen en los pueblos civilizados por los celtas, por ejemplo, la costumbre de colocar un sol en las fachadas de las casas como protección en la Galia  e incluso en Euskal Herria donde se coloca una lleguzki-lore o flor del sol, es decir, una flor seca del cardo silvestre carlina acaulis. Al respecto la leyenda habla del temor de los hombres a la oscuridad en el principio de los tiempos, acosados por dragones (representación clásica junto a la serpiente del caos primordial), así en constante tensión, los hombres pidieron a la tierra solución y ésta creó la luna, que fue un alivio momentáneo hasta que por fin la tierra accedió a crear el sol que relegó a la noche el caos y el miedo en forma de brujas, dragones y serpientes; todavía atemorizados durante la noche en la que reinaba el miedo, los hombres volvieron a acudir a la tierra y fue entonces cuando por fin les dio una hermosa flor que al verla los señores de la noche creerían que era el mismo sol: lleguzki-lore.lauburu

Evocaciones siempre solares desde el origen de la humanidad que hacen obvio que el hombre siempre ha realizado observaciones fijas de la luz es decir, fosfenos, al hilo de ello de nuevo el pueblo vasco ha considerado el lauburu que significa cuatro cabezas como el principal símbolo del sol. El lauburu pudo ser importado por los legionarios vascos del ejército romano en sus campañas en países célticos, que tenía por costumbre representar con cuatro columnas llamadas Júpiter con el gigante (Rhin, Mosela, Saone; columnas también construidas por tribus germánicas) al ser supremo celeste evocado con simbolismos solares siempre en rotación, incluso el lenguaje celta designa con el mismo vocablo año que rueda, es decir, el cielo de cuatro estaciones se representa como una rueda de cuatro radios.

Desde Nicolás de Cusa hasta Fulcanelli se ha mencionado la importancia cósmica de la simbología de la rueda en todas las civilizaciones. Es un símbolo solar que se manifiesta en innumerables tradiciones que por ejemplo utilizan ruedas de paja encendidas  deslizándose por las montañas en el solsticio de verano, procesiones de antorchas en el solsticio de invierno, ruedas de la existencia, etc. Todas las creencias, fórmulas y prácticas asocian la rueda a la estructura de los mitos solares. Luz, rotación, y espiral. Eso debería resultar familiar a todos los practicantes de Fosfenismo; no es casualidad que para el Fosfenismo el Caracol de Pascal, su símbolo, represente la analogía entre el macrocosmos, el semicosmos y el microcosmos, ya que es una variedad de espirales; representa, por tanto, la fuerza original en todas las cosas, que tiene una estructura en torbellino, no importa que sea la nebulosa que da nacimiento a los sistemas estelares, la espiral de cromatina en el vértice de la primera mitosis del huevo o el torbellino de la sangre en el corazón, que es el centro de la vida física.

El lauburu es la clara reproducción del dios bueno Dagda de los textos irlandeses al que César equiparó con Júpiter, representado a menudo por la rueda de cuatro radios, dios del año, en el que las columnas representan el eje del mundo presentes en el lauburu plasmado en una cruz, la vertical feminidad, fuego y agua, y la horizontal simboliza la energía masculina, tierra y aire. Julio César, en su época de cónsul, refiere que el dios más importante para los celtas es Mercurio aunque eso no fue más que una manifestación del sincretismo romano que lo equiparó al dios Lug fundamental en la cultura celta (Lugdunum, es decir, Lyon). Lug fue un dios solar, una deidad de luz, pero al relacionarse también con el comercio los romanos lo asimilaron a Mercurio, que por cierto, toma toda su mitología de Hermes y como Hermes, mensajero de los dioses, dios del comercio, y muy especialmente de los cereales, es pues clara la relación de la importancia de la rueda solar en los ritmos de la vida para los celtas y homólogamente su inseparable valor iniciático, además Lug se asimila al Wotán-Odín germano, dios con poderes mágicos y espirituales, también identificado por los romanos con Mercurio.

El lauburu fue además la representación del fuego sagrado en el mundo del pastoreo como elemento protector contra la agresión de los lobos, otra vez la luz estructuradora en contraposición con la agresión del caos y de lo salvaje.

Inevitablemente después de la rueda solar con implicaciones estacionales aunque desdobladas siempre en sus homólogas sutiles, iniciáticas, aparece el triskel.

El triskel era el amuleto que portaban los druidas en el pecho, como símbolo de la sabiduría. El triskel es la representación del movimiento de rotación del sol, no es casual que los templarios lo incorporaran como elemento de transcendencia y de paso al más allá. A propósito de los templarios y de los cátaros me gustaría  aprovechar para poner de manifiesto los vínculos entre sus prácticas y el Fosfenismo.

Los cátaros rezaban mirando el sol porque decían que el Cristo se lo había enseñado. La religión cátara encuentra su inspiración fundamental en el maniqueísmo. Esta doctrina es una tentativa de fusión, en el tercer siglo de nuestra era, entre las concepciones cristianas primitivas y la religión de Zoroastro. Expulsado de Persia donde nació, el maniqueísmo se difundió con una prodigiosa rapidez por todo el mundo entonces conocido, por Asia,  África, y también por los países de la Europa meridional. La Iglesia católica, naturalmente, se esforzó en eliminarlo con numerosos concilios y espantosas persecuciones. En el siglo trece, cuando se creía que el maniqueísmo había desaparecido para siempre, volvió a aparecer, sobre todo en el midi francés, entre Toulouse y Albi, bajo el nombre de Catarismo.Catarismo y chamanismo

El Catarismo no es más que el renacer del maniqueísmo sin apenas modificaciones. Es una reaparición de los símbolos y de las ceremonias cristianas, interpretados según las más viejas ideas persas y de los magos solares.

Los maniqueos sólo rezaban si estaban frente al sol; lo mismo que los zoroástricos. En Origine de tous les cultes, Dupuis relata que los maniqueos identificaban al sol con Cristo o que éste residía en el sol, donde, igualmente los antiguos situaban a Apolo y a Hércules.

Su refugio, el castillo de Montsegur, fue construido como un templo solar, todavía se puede  comprobar. De hecho, el solsticio de verano, el 21 de junio, el sol pasa a través de dos delgadas  grietas en una de las paredes, para producir dos rayos de luz paralelos que las leyendas locales denominan paralelos de Montsegur. Esta particularidad de la arquitectura del castillo de Montsegur muestra la importancia que los cataros concedían al sol.

Monseñor Truchemotte, obispo de la iglesia galicana de Burdeos, publicó una fotografía  del torreón donde se encerró al máximo responsable de los templarios, Jacques de Molay que perfectamente puede ser interpretada como un templario que está realizando una observación fija del sol.

Tu mundo es una esfera sagrada… En su interior cohabitan las tres partes de ti, idénticas en tamaño, pero diferentes en naturaleza. Cada una de estas partes es tú mismo y contiene tu evolución y tu alma. Es un texto sagrado basado en la tradición oral druídica describiendo el triskel que es una evocación solar giratoria.

Los lamas tibetanos utilizan molinillos de plegaria, una especie de chicharras sobre las que se pega una plegaria escrita en un papel. Los hacen giran para hacer llegar la plegaria a los dioses. Por lo tanto, su pensamiento se ve arrastrado constantemente por este movimiento de rotación, mientras se balancean de forma rítmica y repiten la letanía o el mantra.

Algunos pueblos indios de América del Sur realizaban «juegos místicos», que consistían en atarse a una liana enrollada alrededor de un palo muy alto y tirarse desde la parte superior del palo. Al desenrollarse, la liana arrastraba consigo al que estaba atado a ella y le imprimía un movimiento de rotación cada vez más amplio y lento. Estos indios decían que así entraban en comunicación con el mundo de los espíritus.

En África, después de un fallecimiento, los brujos realizan una danza compuesta de giros que les permita contactar con el alma del difunto. Otro caso es el de las sacerdotisas bonzo, que llenan un caldero con agua en el que se refleja el sol; después agitan el agua imprimiéndole un movimiento de rotación, se detienen y observan el agua que continúa su movimiento. Frecuentemente, realizan estas prácticas para favorecer la adivinación.Triskel y chamanismo de luz

Como vemos, los ejemplos referentes a la importancia de las rotaciones en los fenómenos místicos y psíquicos son variados y se ríen de las fronteras tanto como de las culturas. Es decir, el triskel de los celtas no es especial, si no en cuanto a que nos da una noción temporal del alcance, de la profundidad de los motivos evocadores de la rotación solar. El triskel celta, acabará inspirando el símbolo de la Trinidad esa es la razón por la que en muchas representaciones del arte gótico se la represente por un rosetón dividido en tres esferas, en forma de trébol en constante movimiento. La luz una vez más estructurando el caos, hasta el punto que Ouroboros, la serpiente sagrada de la mitología celta, se enrosca al alcanzar su propia cola en un movimiento constante de rotación que genera el círculo mágico, la circunferencia, símbolo sagrado del ciclo del astro rey que reina sobre el mundo. De hecho el movimiento de la kundalini del yoga hindú, se presenta generalmente como un movimiento serpenteante pero mental, es decir, como una luz imaginaria, los textos antiguos sostienen que kundalini reposa en cada ser vivo como una serpiente enrollada en el interior de un huevo situado en medio del perineo. En una versión egipcia de la creación del huevo primigenio surge el pájaro de luz.

Dos águilas representando la iniciación solar enviadas por Zeus, determinan el centro del mundo debajo de él Apolo, dios solar, esconde los restos de la serpiente…

La fuerza de kundalini, es conocida en muchos lugares como la serpiente de la iniciación y se manifiesta en múltiples danzas en que la columna vertebral ondula como el cuerpo de una serpiente, es decir, imitando una sinusoide. Según una tradición del lamaísmo el hombre aparece de la luz que engendra un huevo y esos primeros hombres carecían de impulsos sexuales pues tenían luz. Las experiencias de kundalini solo son posibles si la serpiente se manifiesta erguida hacia la luz tras romper el huevo, sube por la columna para alcanzar el cielo, cuando la energía de la serpiente se pierde sin sublimar, no es posible el éxtasis. Es la razón por la que las concepciones indoiranias unen espíritu, luz y semen, es decir, la serpiente, lo terreno y caótico lucha por volver al paraíso del que cayó. En el Libro tibetano de la muerte el lama facilita la salida del alma del difunto por la coronilla y guía al moribundo en su agonía y después de la muerte, hacia la comunión con la luz.

En las experiencias de kundalini se guía la serpiente con luz, (fosfeno) y ritmo (de un sexto de segundo) de forma que se cree un canal energético que permita el tránsito de la tierra al cielo.

La rotación es un movimiento universal. Desde el electrón alrededor del átomo, hasta las galaxias, vivimos en un universo que nos conduce en un perpetuo movimiento en espiral de luz.

El caso es que con la luz, activamos por ejemplo, el sentido de la vista y creamos un homólogo sutil, en presencia del cual, cualquier ejercicio mental, emocional o sutil se amplifica, y no solo eso, lo hace en la dirección en la que trabaja ese sentido, es decir, en el caso de la vista, la energía creada estará directamente relacionada con ver el otro lado, a ese elemento sutil lo llamamos fosfeno, se le ha llamado de muchas forma por ejemplo, el ojo del alma, pues con él accedemos al otro lado del espejo desde donde podemos ver.caduceo

El sistema para desdoblar los sentidos consiste en desencadenar reacciones de los ritmos profundos del cerebro y del sistema nervioso, mediante estímulos muy específicos. Es por esa razón por la que la evocación del movimiento giratorio, por ejemplo, en el triskel Celta es tan importante y ancestral; el Fosfenismo ha descubierto lo que se  podría definir como unos ecos neurológicos, los fenos, que son los homólogos sutiles de los sentidos, sus equivalentes conscientes, la información que estos fenos nos ofrecen es un mezcla de la emoción implicada en el sentido, de su percepción cognitiva y de su percepción sutil; trinidad. En un feno sentimos y vivimos los tres mundos (triskel) unidos en una espléndida destilación de la información que los sentidos nos ofrecen.

En presencia de los fenos, los ecos neurológicos desencadenados se expanden en ondas hacia diferentes áreas cerebrales que desarrollan siempre unas constantes que se reproducen en todos ellos, conseguimos:  ser más rápidos mentalmente y memorizar mejor, depurar, equilibrar, controlar y sanar nuestras emociones y conectarnos con nuestro yo superior entrando en la conciencia primigenia, todo ello sea cual sea el feno implicado, pero con unas características específicas para cada uno de ellos.

Por ejemplo, en el caso de las sensaciones cenestésicas: el feno del giro. Son sensaciones muy comunes para la mayoría de nosotros, es muy familiar tras un viaje en tren o en barco la percepción al dejar de movernos, de que todavía estamos en movimiento incluso por la noche en nuestros sueños es fácil que tengamos presente el recuerdo del balanceo y que nuestros sueños se bañen de esas impresiones. Aunque es un feno extremadamente fácil de reproducir y no necesitamos ir en barco o en tren para sentirlo, todos nosotros de niños hemos jugado a girar para luego, de golpe, detenernos con los ojos cerrados y sentir el mareo en forma de rotación inversa al sentido en el que hemos girado; jugar a balancearse produce sensaciones similares muy placenteras y es el origen del éxito de los balancines columpios, etc. El caso es que cuando vemos a los derviches en sus poderosas iniciaciones o a los mojes tibetanos con sus molinillos de oraciones  giratorios, no hacemos más que observar la reproducción de los ritmos profundos de nuestro cerebro que ya de niños, de forma instintiva, nos entrenamos en desarrollar, solo que de mayores nos parecen misteriosos y ocultos, cuando lo único que sucede es que, como estamos viendo, todas las culturas aunque de forma velada, han hablado de ello.molinillo-oracion

Así la importancia cósmica de la rueda y del giro en todas las iniciaciones lejos de ser un simple recuerdo del paso del ciclo circular de la vida de nuestro astro rey vinculado con los ritmos de las cosechas, o con el zodiaco (etimológicamente, zodiaco significa rueda de la vida), esconde un profundo sentido iniciático y transcendente al desencadenar experiencias en los tres planos; al igual que con la luz interior, el fosfeno, el feno del giro solar, es un eco neurológico que nos sitúa en una posición mental, emocional y sutil óptima para transcender al más allá, obsérvese que el sentido del equilibrio es el que nos mantiene firmes en la tierra y que su sublimación, su feno, nos permite saltar al otro lado, expandiendo nuestra conciencia fuera de los límites corporales. La rueda como símbolo radiante y en movimiento: el feno del giro solar, la espiral de la vida.

Así el hombre siempre ha intentado emular el movimiento del universo, para producir cierta radiación espiritual y fusionarse con él. Muchos fenómenos mágicos pues tenían lugar en las fiestas del solsticio de invierno, las poblaciones esperaban impacientemente el nacimiento del momento a partir del cual los días empezarían a ser más largos. Manifestación aparentemente mágica por lo excepcional y secreta, la rotación del disco solar y de su entorno, cuando se miraba fijamente su luz o la polarización de la misma, durante las fiestas solares. Estas danzas solares impactaban particularmente la imaginación de los pueblos.

Como por ejemplo en la ciudad de Quebec, si en la mañana de Pascua se va a buscar agua a un manantial muy puro y se observa fijamente el sol naciente, se verá a éste bailar de alegría a causa de la resurrección de Cristo…. Evidentemente, se trata una vez más de la agitación del fosfeno solar que siempre se tiende a mezclar, místicamente.

O como alguna costumbre germánica que consiste, con motivo de ciertas fiestas, en fabricar una gran rueda de manojos de heno. Luego se le prende fuego en lo alto de una colina, para después dejarla caer rodando por la pendiente con el evidente objetivo de provocar, un fosfeno giratorio. James G. Frazer describe la experiencia:

En Konz-le-Bas… se celebraba una fiesta de verano la víspera de San Juan. Se depositaba un gran montón de paja en la cumbre del monte Stromberg. Cada habitante del lugar debía suministrar su parte. Cuando llegaba la noche, todos los hombres acudían a la cumbre del monte, mientras las mujeres y los niños se quedaban a media pendiente en la ladera.

Sobre la cumbre se fabricaba una enorme rueda rodeada de paja. A través de la rueda se colocaba un eje que sobresalía unos tres pies a cada lado, para que quienes iban a conducirla tuviesen donde sujetarse.

Se daba la señal y se prendía fuego al artefacto. Cuando empezaba a arder en toda su circunferencia, dos jóvenes robustos y ágiles empuñaban los ejes y, empujando la rueda con todas sus fuerzas, comenzaban a correr pendiente abajo.

Grandes gritos se oían entonces, proferidos por las mujeres y los niños, que agitaban en el aire de la noche docenas de antorchas encendidas y que tenían buen cuidado de mantenerlas así mientras la rueda se desplazaba colina abajo.

Se trataba de llevar la gran rueda en llamas hasta hundirla en las aguas del rio, a pesar de los obstáculos interpuestos en el camino. Muchas veces, la rueda se apagaba antes de llegar a la ribera. Pero si se conseguía llevarla hasta el rio, eso era interpretado como señal de una buena cosecha y excelente vendimia y entonces, los habitantes de Konz tenían derecho a exigir de los pueblos vecinos -que observaban el espectáculo desde sus respectivas aldeas- una contribución del buen vino blanco del Mosela. Por su parte, mucha gente creía que, de no llevarse a cabo esta ceremonia anual de la rueda de fuego, el ganado sería presa de enfermedades y convulsiones.

O en una descripción de Jesús Ávila:

En la zona del Monsacro los pueblos originarios rindieron culto al sol; tradición que se ha perpetuado con el curso del tiempo, y que hoy se manifiesta en forma de peregrinaje a la ermita entre los días 22 y 25 de julio, con música, cánticos y bailes que se prolongaban hasta el atardecer del día de Santiago, que culminan con una impresionante hoguera (rito celta). En esas brasas ardía el Taragu, gigante de madera y ramas, hasta que la cabeza se consumía ante los gritos de los asistentes.{simpleproduct:id=62}

A su regreso, los romeros recogían en los prados próximos a la capilla cardos (símbolo solar), plantas que se consideraban remedio eficaz para muchos males del organismo, que el refranero popular ha mantenido: si vas a la Magdalena, cuando vuelvas, tráeme un cardo, a ti te sirve de alivio y a mí me das un regalo.

La rotación solar evocada pues por el lauburu, que deviene en el trisquel druídico es universal, basté mencionar su nombre más universal, esvástica, presente en las iniciaciones de todos los pueblos ya sea en la Europa pagana, en el budismo, en el cristianismo, en el hinduismo, en el jainismo, en el judaísmo, en Asia, en las tradiciones indoeuropeas o en América, hasta tal punto que incluso el conocido astrónomo Carl Sagan sugirió una explicación para el misterio de que este símbolo fuera utilizado a lo largo de la historia por pueblos que no tuvieron ningún contacto conocido. Lanzó la hipótesis de que la única explicación es que fuera un fenómeno observado en el cielo por todos esos pueblos, quizás un cometa con un movimiento de rotación…

Todo es mucho más sencillo de lo que parece, a los niños de los hombres les gusta jugar a girar y mirar el sol, cuando esos niños se hacen hombres juegan a crear religiones e iniciaciones con la pretensión de que el hombre se haga dios, olvidando que dios juega como un niño haciendo girar la luz del universo, quizás el viaje no valió la pena y todo acabó cuando se inició, con los niños mirando la luz y jugando a girar. Le trajeron entonces a unos niños para que les impusiera las manos y orara sobre ellos. Los discípulos los reprendieron, pero Jesús les dijo: “Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mí, porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos”.

La importancia del orfismo en la espiritualidad griega es más que remarcable… (continúa)

 

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