PNL: programación neurolingüística amplificada con los fenos: equivalentes sutiles de los sentidos físicos
La PNL o programación neurolingüística busca los patrones de éxito y los relaciona con las experiencias subjetivas con las que estos interactúan, los identifica e intenta transmitirlos a otros sujetos para modelarlos con ellos, de forma que se produzca un cambio que deje atrás el problema o reproduzca los beneficios del modelo exitoso. Procesamos la ingente cantidad de información que nos llega mediante nuestros sentidos filtrándola y resumiéndola, creando una organización mental que se manifiesta en nuestro lenguaje que es responsable de nuestra programación cerebral pero también de muchas otras funciones de nuestro sistema nervioso.
Cuando hablamos de lenguaje este puede ser no verbal, es decir, nos comunicamos también con nuestros sentidos y según los utilizamos podemos inferir una imagen positiva o negativa. Entonces, ¿y si pudiéramos depurar, amplificar y dinamizar nuestros sentidos de forma casi inmediata? ¿y si los nuevos patrones de conducta se pudieran anclar rápida, consciente y velozmente? En ese caso la PNL sería si cabe, todavía más efectiva y sobre todo más rápida; es aquí donde quiero hablar del Fosfenismo, la técnica que genera una energía sutil vinculada a cada uno de nuestros sentidos en presencia de la cual, podemos entrar en nuestros patrones conscientes e inconscientes y modificarlos en un ejercicio de no más de tres minutos.
Es posible con la técnica del Fosfenismo, activar por ejemplo, el sentido de la vista y crear un homólogo sutil, en presencia del cual, cualquier ejercicio mental que se realice se amplificará, y no solo eso, lo hará en la dirección en la que trabaja ese sentido, es decir, en el caso de la vista, la energía creada estará directamente relacionada con los procesos mentales de visualización, de modo que los hará más vividos, conscientes y sobre todo modelables, memorizando mejor el trabajo que se haga en su presencia, a ese elemento sutil lo llamamos fosfeno.
El sistema para desdoblar los sentidos consiste en desencadenar reacciones de los ritmos profundos del cerebro y del sistema nervioso, mediante estímulos muy específicos, por ejemplo, en el caso del sentido de la vista se crea su equivalente sutil mediante la observación fija de una luz especial que produce, pasados treinta segundos, una imagen interior de luz que algunas culturas han relacionado tradicionalmente con al glándula pineal, así pues este elemento sutil, el fosfeno, es el otro lado del espejo desde donde podemos ver, nuestros procesos fisiológicos más profundos y reveladores.
Imaginemos que en un ejercicio de PNL se pretende visualizar la materialización de un proyecto de forma que lo sintamos como ya precipitado, como ya realizado, para que nuestra proyección mental implique más sentido y así sea más vivida creando de este modo un patrón, un surco mental por el que discurra el éxito; sería maravilloso disponer de una pantalla de luz en la que nuestro cine interior se manifestará con una fluidez inusual, proyectando en ella una película con un colorido y una conciencia de los detalles asombrosa, pues bien, esa pantalla es el fosfeno, si en presencia del fosfeno nos representamos una situación a la que queremos tender se nos mostrará magnífica, clara y tan real que casi, casi, diríamos que la podemos tocar, y no solo eso, el Dr. Lefebure descubrió que además, en presencia del fosfeno, la imagen que se evoca se recuerda posteriormente más y mejor, y por si esto fuera poco en relación con la PNL, normalmente se sueña con ella.
El caso es que podemos utilizar gracias al trabajo del Fosfenismo, todos los sentidos e involucrarlos en una densificación de la experiencia neurolingüística prodigiosa, ya sea realizando un ejercicio específico con uno de ellos, la vista y el fosfeno por ejemplo, o mezclando varios homólogos sutiles de los sentidos, lo que en PNL se conviene en llamar VAC (visual/auditiva/cenestésica) al implicar la vista, oído y las sensaciones cenestésicas.
Eso es así porque el Fosfenismo ha descubierto lo que se podría definir como unos ecos neurológicos, los fenos, que son los homólogos sutiles de los sentidos, sus equivalentes conscientes, la información que estos fenos nos ofrecen es un mezcla de la emoción implicada en el sentido, de su percepción cognitiva y de su percepción sutil; en un feno sentimos y vivimos los tres mundos unidos en una espléndida destilación de la información que los sentidos nos ofrecen.
En presencia de los fenos, los ecos neurológicos desencadenados se expanden en ondas hacia diferentes áreas cerebrales que desarrollan siempre unas constantes que se reproducen en todos ellos, conseguimos: ser más rápidos mentalmente y memorizar mejor, depurar, equilibrar, controlar y sanar nuestras emociones y conectarnos con nuestro yo superior entrando en la conciencia primigenia, todo ello sea cual sea el feno implicado, pero con unas características específicas para cada uno de ellos.
Por ejemplo, en el caso de la vista: el fosfeno. Tras mirar la lámpara fosfénica del Dr. Lefebure treinta segundos aparece en nuestro campo visual una luz interior que posee unos ritmos propios y que durante tres minutos, se desarrolla en un desfile de colores, los dos, los ritmos que se manifiestan y los colores que se suceden, tienen relación directa con el estado mental, emocional y sutil del individuo, y en su presencia si hacemos cualquier ejercicio mental de visualización, la calidad de los detalles y la conciencia de estar viendo realmente lo que sucede es extraordinaria, todas las religiones, todas las iniciaciones, se han basado en la observación fija de un punto de luz, todas; los grandes personajes que han podido ver más allá de la realidad han realizado conscientemente observaciones fijas de la luz para generar fosfenos.
Por ejemplo en el caso del oído: el acufeno. Si nos aislamos de los estímulos exteriores, el típico ejemplo del ruido del mar al colocarnos una caracola en los oídos, amplificamos los acufenos fisiológicos, es decir, el sonido producido por la sangre al circular por el oído interno, conseguimos las tres constantes fénicas, a saber, ser más rápidos mentalmente y memorizar mejor, depurar, equilibrar, controlar y sanar nuestras emociones y conectarnos con nuestro yo superior, pero además, acedemos a episodios de intuición y precepción clariaudientes, pues el sentido implicado es el oído, otra vez la vuelta hacia dentro del sentido activado (la luz externa provoca la luz interna, la falta de sonidos externos precipita la escucha interna) hace emerger su feno.
Por ejemplo en el caso de las sensaciones cenestésicas: el girofeno. Son sensaciones muy comunes para la mayoría de nosotros, es muy familiar tras un viaje en tren o en barco la percepción al dejar de movernos, de que todavía estamos en movimiento incluso por la noche en nuestros sueños es fácil que tengamos presente el recuerdo del balanceo y que nuestros sueños se bañen de esas impresiones. Aunque es un feno extremadamente fácil de reproducir y no necesitamos ir en barco o en tren para sentirlo, todos nosotros de niños hemos jugado a girar para luego, de golpe, detenernos con los ojos cerrados y sentir el mareo en forma de rotación inversa al sentido en el que hemos girado; jugar a balancearse produce sensaciones similares muy placenteras y es el origen del éxito de los balancines, columpios, etc. El caso es que cuando vemos a los derviches en sus poderosas iniciaciones o a los monjes tibetanos con sus molinillos de oraciones giratorios, no hacemos más que observar la reproducción de los ritmos profundos de nuestro cerebro que ya de niños, de forma instintiva, nos entrenamos en desarrollar, solo que de mayores nos parecen misteriosos y ocultos, cuando lo único que sucede es que nadie nos los ha explicado con la claridad del Fosfenismo.
Del mismo modo que hablamos de órganos ligados a los sentidos podemos convenir, cuando conocemos nuestros fenos, que estos son los órganos de la conciencia. Así pues no resulta difícil imaginar como de poderoso podría ser un ejercicio de PNL amplificado con el sistema fénico de Fosfenismo entrando a la vez en un mismo ejercicio en varios órganos de la conciencia, para traspasar las fronteras de los condicionantes limitantes del actuar cotidiano, y sumergirnos en el origen de nuestros patrones, pudiendo trabajar terapéuticamente sobre ellos con precisión quirúrgica y de forma global con además, resultados permanentes y casi inmediatos.
Pensemos por ejemplo, un ejercicio de PNL para potenciar los recuerdos positivos de una experiencia y eliminar o suavizar los negativos. Normalmente la programación neurolingüística situaría al sujeto en un ambiente aislado, tranquilo y empezaría por evocar un recuerdo placentero, un momento de felicidad para observarlo en plenitud de detalles amplificando la imagen mental y enriqueciéndola con los sonidos que estaban presentes y con todas la sensaciones físicas y emocionales implicadas. En el momento en el que seamos conscientes de la sensación de felicidad de la situación, el ejercicio avanza amplificando la imagen o retocándola para que sea todavía más placentera para así recrearla de forma y modo que parezca que la estamos viviendo en el aquí y en el ahora.
Hagámoslo con un fosfeno y con un acufeno. ¿qué nos aportan estos fenos al ejercicio? El fosfeno hará la imagen más nítida y vivida, además la amplificara, la densificará y la grabará en nuestro cerebro porque, entre otras cosas, la mezcla de un recuerdo con el fosfeno transforma la energía de la luz en energía mental actuando con el recuerdo como si lo sumergiéramos en yeso, al principio cuando introducimos algo en pasta de yeso y lo sacamos, el cambio es significativo pues está más denso, pero luego la metamorfosis es drástica porque solidifica, así es como actúa la mezcla fosfénica en pedagogía, la aplicación del fosfeno en la memorización es excepcional y es lo más utilizado y premiado de la aplicación del Fosfenismo por más de 60 años.
Recuerdo que hace muchos años en los cursos de Fosfenismo que impartía, comenzaba presentando a los alumnos un ejercicio que consistía en evocar a una persona que hiciera mucho tiempo que no veían estuviera viva o que hubiera fallecido, pero muy lejana en el recuerdo y que, al acabar, pasados aproximadamente unos tres minutos, hicieran una valoración de su recuerdo puntuándolo, es decir, calidad de la evocación cinco, seis, cuatro etc. esto lo hacia después de presentarme a la clase, es decir, era casi lo primero que hacíamos en el curso.
Al final de la mañana, tras haber realizado la presentación de lo que es un fosfeno y de realizar muchos ejercicios prácticos con él, proponía volver sobre el ejercicio de evocación de la persona pero está vez con un fosfeno, pues bien, tuve que dejar de hacerlo porque la impresión emocional y la calidad de los detalles era tal, que quien evocaba a un fallecido o a alguien muy querido pero muy lejano en el recuerdo, se emocionaba y rompía a llorar, dejé de hacerlo para no provocar esos choques emocionales que dejaban a algunos alumnos descolocados; las valoraciones del ejercicio pasaban siempre a estar sobre ocho, nueve o diez.
Es importante remarcar que yo no guiaba la evocación hacia ningún aspecto positivo del recuerdo, simplemente incidía en que el alumno reviviera la experiencia. ¿Podemos extrapolar lo que este ejercicio podría significar para un profesional de la PNL si además fuera guiado como en el caso que nos ocupa hacia un refuerzo positivo? Aunque, y esto quizás todavía resulte más increíble para quien no hay vivido la experiencia del fosfeno, la luz interior, depura el pensamiento… Otro ejemplo, imaginemos una situación extremadamente desagradable o una fobia, o el recuerdo de una persona con la que exista un fuerte conflicto, si evocamos la situación, si la mezclamos con un fosfeno, se amplifica y se vive dolorosamente, si hacemos otro fosfeno y la volvemos a evocar, empiezan a aparecer matices, se suaviza, tras un nuevo fosfeno, mezclando la misma imagen, afloran aspectos positivos de la experiencia y si continuamos somos capaces de convertir el suceso traumático en un activo positivo para nuestra vida, todo ello otra vez, sin guiar el ejercicio conscientemente hacia el positivismo, la pura luz interior por sí sola hace ese trabajo, en cualquier caso nada distinto a lo que las religiones llevan años diciéndonos: la luz nos limpia y nos guía, solo que en Fosfenismo eso toma una perspectiva eminentemente práctica.
Pero aún nos queda en el ejercicio inicial que proponíamos, el acufeno, si a la vez que nos entrenamos en rememorar la imagen mental para potenciar los recuerdos positivos en presencia de la luz interior, el fosfeno, mezclamos con otro feno, el acufeno, la experiencia avanza exponencialmente, para ello solo debemos taparnos los oídos, volver hacía dentro el sentido, de modo que escuchemos nuestros ritmos, igual que con la luz vemos nuestra luz interior cuando la exterior ya no existe (vemos el fosfeno cuando apagamos la lámpara fosfénica) con el acufeno tenemos presente el sonido de la experiencia que evocamos y este se densifica, toma cuerpo en nuestra conciencia y se hace presente en la escena, luz y sonido, los pilares de la vida, en un ejercicio de programación neurolingüística amplificado con el Fosfenismo.
El hombre actúa a través de la representación que crea del mundo y nunca a partir del mundo objetivo como tal, eso la PNL lo explicita como: el mapa no es el territorio. Las cosas son como se sienten y como se viven, de hecho es intranscendente lo que sucede porque finalmente, lo que importa es como se vive lo que sucede, así un tropiezo puede vivirse como una oportunidad y un golpe de suerte puede transformarse en estrés por el miedo a perder lo ganado; en cualquier caso son nuestros filtros, nuestros sentidos los que se encargan de hacer llegar las señales a nuestro cerebro, nuestro corazón y a nuestro espíritu, sin ellos no es imposible crear un mapa, y gracias a ellos vivimos las experiencias con alegría o con dolor, cuando alguien nos rompe el corazón sentimos la herida emocional como si fuera física, el sonido hiriente de la falta, del insulto o del menosprecio marca nuestra emoción, oímos y nos duele, vemos y nos lacera,; disponer de una lejía de los pensamientos, de las emociones y del alma, no parece una mala idea para quien como la PNL, se ocupa de los mapas y de los territorios…
Francesc Celma i Girón
Director de Fosfenismo España e Iberoamérica
Escuela del Dr. Lefebure